El sentimiento religioso no es más que la impresión en el alma de una cosa espiritual o un estado de ánimo permanente o pasajero que puede conducir a la alegría o a la tristeza dolorosa. Cuando conduce a la tibieza, es que el hombre se posiciona lógicamente en su verdadera naturaleza.
La fe es creada a partir de la voluntad de nuestro cerebro. Como consecuencia, no es nada o es el todo dependiendo de nuestra disposición.
El consuelo y la libertad de los hombres va a depender de su actitud personal frente a lo que los demás le dejen hacer o disfrutar.
La fe religiosa forma parte del elenco de un tipo de hombres que vive de mitos. Es tan personal, que nadie te la puede arrebatar y menos una valla publicitaria. Cuando alguien se preocupa por los que poseen otro tipo de convicción, es que esconde motivaciones ajenas a la fe espiritual, mayormente, terrenales y monetarias. El sentimiento de un creyente solo puede ser horadado cuando te imponen por la fuerza el que no tengas tal tipo de sentimiento.
La causa del hombre nace y se consolida exclusivamente por su relación con los otros hombres.
El espacio público terrenal es de todos los hombres, cualquiera que sea su condición o creencia.
Si yo fuera católico le daría tanta importancia a los autobuses presuntamente ateos como a la Semana Santa de Sevilla. Si fuera creyente de verdad, me importaría un rábano.
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