sábado, 14 de marzo de 2009

Las amistades peligrosas


Ya se sabe que Esperanza Aguirre es visceral de palabras y muy de la derecha que nunca cambia de ideas. Con sus faldas de vuelo y zapatos abiertos de tacón, anda muy suelta y ligera en las cosas de la política. Admite que mantiene una vieja amistad con el radiofonista Jiménez Losantos, el mismo, que pidió la abdicación del Monarca por las ondas de la COPE – cuyos propietarios son los obispos de la Conferencia episcopal - y por televisión, en el programa Diario de la Noche que dirige el releído Sánchez Dragó, de la cadena pública Telemadrid (¡qué coincidencia: Aguirre, Jiménez Losantos y Dragó!), pero que recientemente se retractó. Sobre esto último, no es de extrañar conociendo el alfa y el omega del radiofonista.
Lo notable es que la presidenta - ¿recuerda lo de Irak? -, como fláccidamente toda ella, pida un trato humano para el periodista que está tutelado por esa Iglesia que tampoco cambia nunca, como si el radiofonista estuviera en la cárcel de Abu Ghraib sometido a torturas y humillaciones y no machacando con su monótona palabrería el espacio libre que es de todos.
Señora Aguirre, el derecho a la libre expresión tiene el límite jurídico de que no se conculquen otros derechos fundamentales, máxime, cuando el contenido de nuestras leyes no es torticero y el que tiene el privilegio del micrófono ha de informar con sabiduría y la cordura que nos brindan las instituciones y el mismo Estado de Derecho.
El refranero es sabio: “dime con quién andas y te diré quién eres”.

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